Existe
una frase del escritor Wayne Dyer que dicta: “el progreso y el desarrollo son
imposibles si uno sigue haciendo las cosas tal como siempre las ha hecho”. En
este sentido, la industria de la construcción se ha mantenido en México con la
firme idea de que para avanzar se debe innovar, porque así es como se
fortalecen las empresas y consolidan sus sueños en proyectos reales.
El
sector inmobiliario en México, a finales de los años 80 y principio de los 90, cobró
fuerza con el nacimiento y llegada de consorcios que con el andar de los años
se fortalecerían como los más importantes.
Lo
increíble del asunto es que, con el crecimiento de estas corporaciones,
crecieron a la par los proyectos que hoy se erigen en diferentes ciudades como
muestra de un avance inmobiliario notable. Un sector que tardaría casi 30 años en
profesionalizarse por toda la República Mexicana. Y de forma curiosa, una profesionalización
que se ha dado en medio de crisis económicas severas en nuestro país, recesiones
que pusieron a prueba a las grandes mentes desarrolladoras del negocio quienes
tuvieron la visión y el valor de cambiar la industria, dotándola de imponentes
torres de oficinas que llevarían a México a la modernidad corporativa.
Pareciera
que el boom no se detuvo nunca, ya que la rama tuvo que evolucionar en algo que
parece simple hoy en día, pero, por ejemplo, es oportuno recordar y destacar
que en 1993 eran muy pocos los que habían visto una computadora en su trabajo.
La
evolución de las constructoras se potencializó con la llegada de empresas
internacionales a México, rubros como el automotriz, las telecomunicaciones,
aseguradoras y la bancaria. Encontrar espacios de calidad mundial donde estas compañías
establecieran sus domicilios no era tarea fácil, y fue ahí donde el sector
inmobiliario fue de la mano con el crecimiento industrial en México.
Así
nacieron en nuestro país los primeros edificios con tecnología avanzada, los
cuales ofrecían en su momento un nuevo concepto, dotado de elementos de
vanguardia. Esta primera generación de oficinas que lanzó el sector contaba con
elevadores de alta velocidad, equipos automatizados de aire acondicionado y
calefacción, cuartos inteligentes con sofisticados sistemas de seguridad,
tarjetas de acceso electrónicas, sistemas de circuito cerrado de televisión y
monitoreo, alarmas de emergencia contra incendio y otras instalaciones cuya
aplicación prioritaria era resguardar la seguridad de los usuarios: escaleras
presurizadas, helipuertos y sistemas computarizados contra incendio los cuales
contaban con sensores de humo y rociadores. A partir de ese instante la
innovación ya no se detendría.
Después,
vendrían los edificios emblema dentro de importantes zonas en la Ciudad de
México como la mítica Reforma, la naciente Santa Fe, Interlomas, Polanco y un
largo etcétera, y así conocimos edificios como las Torres Esmeralda, Plaza
Zentro, o Paseo Interlomas. Y la evolución continúa.
Por
todo lo anterior, es que la frase de Dyer perdura en la memoria de nuestra gran
urbe, “el progreso y el desarrollo son imposibles si uno sigue haciendo las
cosas tal como siempre las ha hecho”. ¿Qué nuevas sorpresas ofrecerá el sector
inmobiliario en otras tres décadas? Esperemos pacientes a descubrirlo.
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