El desarrollo arquitectónico se admira y nos
hace preguntarnos cómo será en 50 años
ADM
En el pasado,
ver a la Ciudad de México como una metrópoli con rascacielos, mirar a un país
que albergaba grandes torres de concreto, lucía como un sueño imposible. En la
lejana década de los años 50, la Torre Latinoamericana se erigía como la más
alta del país, ubicada en el corazón del entonces Distrito Federal, en la
esquina de San Juan de Letrán y la calle de Madero. Después de su construcción,
la historia de la capital del país nunca
volvería a ser la misma.
Hoy en día,
la Ciudad de México se alza como el corazón financiero del país y es gracias a
los enormes rascacielos, que ahora cubren las alturas de las calles y avenidas,
que el avance del desarrollo
inmobiliario que ha atravesado la capital durante el último medio siglo, ha
sido próspero.
Paseo de la
Reforma, Bosques de las Lomas o Santa Fe, el corredor de Insurgentes,
Periférico sur, entre otras zonas, se han vuelto en ejemplos tácitos del
desarrollo de los rascacielos y que, expectantes los habitantes miran hacia
arriba a estas edificaciones inmóviles
en una ciudad que nunca descansa. En esta gran urbe que tiene la capacidad
innata de mantenerse de pie ante los desastres naturales, justo como los
habitantes que se llenan de fuerza en los momentos críticos.
Magia y
virtud, eso encierra el ADN de estos edificios construidos por el hombre, del ser
humano que se cansó de mirar hacia arriba y solo ver cielo; hoy la vista se
cubre también con pinceladas de acero y concreto, que nos recuerdan que las altas edificaciones, forman parte ya de
nuestro acontecer social.
Torre Arcos
en Paseo de los Tamarindos Nº 400 en Bosques de las Lomas, es uno de los
edificios más llamativos del todo el país, debido a su diseño en forma de arco
que le ha valido el mote de “Edificio del Pantalón”. El World Trade Center,
antes Hotel de México, ubicado sobre la avenida Insurgentes sur; la Torre
Mayor, Torre Bancomer y demás edificaciones que hoy son un ejemplo de grandeza
en todas sus formas y expresiones.
Sin duda
alguna, estos edificios dotan a la capital mexicana con un toque cosmopolita que
se reconoce en todo el mundo. Después de todo, ¿qué sería de las grandes
ciudades sin los grandes rascacielos? Y qué sería del desarrollo de un país sin
estos gigantes de acero que nos miran expectantes e inmovibles, en una ciudad
que nunca se detiene en cuanto a avances
arquitectónicos se refiere.
Lo anterior
nos lleva a una pregunta llena de emoción y misterio, ¿cómo se verá la ciudad
en los siguientes 50 años?
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